no tiene por qué cantar.
Si se derrotó a sí mismo
qué enseñará?
A repicar las campanas
con bronces de funeral,
los enlutados clarines
a resonar.
Quien no sabe estar alegre
rime a sí mismo su mal.
Por eso enfundo mi flauta,
la del ambiguo cantar,
y quien me escuche, oiga sólo
mi paso en la soledad.
De "La isla de los cánticos"
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