Qué es la fuerza?
La oposición de amigos y parientes no hace más que afianzarla.
Recuerdo la primera vez que mi madre se topó con él.
Echando una ojeada
a un libro que yo había traído del colegio con su nombre escrito en la solapa
dijo
yo no me fiaría de nadie que se llamara así mismo X, y
algo se reveló en su voz,
una Babel
se interpuso entre nosotras en aquel instante que nunca
aprenderíamos a traducir:
gusto a hierro.
Profético. Sus profecías siempre se cumplieron aunque ella
no lo hubiera deseado.
Bueno se llama así, dije y aparté el libro. Aquella noche fue la primera
(yo tenía quince años)
que levanté la ventana de mi dormitorio crujido a crujido y salí a su encuentro
en el barranco, andando hasta el alba con la ropa empapada
y las confesiones
«en el primer idioma exclusivo de la mente». Me quedé como tonta,
después de esto,
me fijé en sus antiguos oros y lieblicher azules que se entregaban
como pavos reales que salen de sus jaulas y entran en la cocina vacía de Dios.
Dios
o algún bendito personaje real. Napoleón. Hirohito. Sabes
como Oé, el novelista,
describe el día en que Hirohito salió al aire y habló
como un mortal. «Los adultos se sentaron en torno a la radio
y lloraron.
Los niños se juntaron en el camino de tierra y musitaron desconciertos.
Asombrados
y decepcionados porque su emperador había hablado con una voz.
Se miraron en silencio. Cómo creer que Dios se hubiera
vuelto humano
en un día señalado del verano?» Menos de un año después de nuestra boda
mi marido
empezó a recibir llamadas de [una mujer] tarde por la noche.
Si yo respondía [ella]
colgaba. Mis oídos enronquecieron.
Cómo estás.
...
No.
...
Tal vez. A las ocho. Puedes.
...
El blanco oh sí.
...
Sí.
Qué es tan extático misterioso implacable feliz como las paredes
de la carne
de la voz de la traición; sin embargo, todo el tiempo consumidos en una charla más aburrida
que el tictac de un reloj.
Un cachorro
aprende a escuchar así. Picadura en la plata.
Oé dice
que a muchos niños les contaron y algunos lo creyeron que cuando acabara la guerra
el emperador enjugaría sus lágrimas
con su propia mano.
De "La belleza del marido"
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