Ruth, que se daba cuenta de todo por instinto, empezó a ver el mundo desde el prisma oportunista de Balzac. Su intuición mejoró. Comprendió que las historias moralistas se equivocaban mayoritariamente, que incluso Charles Dickens se equivocaba, y que el mundo no se conquista con la virtud. La vida eterna, tal vez, pero eso quién lo sabe? El mundo, no. Si el código moral que había prendido a través de la literatura y que ahora empezaba a reinterpretar fuese cierto, tendría que haber florecido con su abrigo tan poco favorecedor, su laboriosa soledad, sus notas, su trayecto diario en autobús y sus saludables paseos solitarios. Sin embargo, ahí estaba: en realidad no tenía tan mal aspecto, se había gastado más de la mitad del dinero, comía y bebía mejor que nunca y se escaqueaba de la biblioteca para pasar el tiempo con el marido de otra mujer. Rhoda Wilcox la miraba con más descaro ahora, cuando se encontraban en la cocina. Su abuela no habría sabido qué decir de ella.
De "Un debut en la vida"
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