a humedecer la tierra de nuestro corazón.
Es un llorar por dentro, de todos ignorado.
Los ojos están secos como una negación.
Solo en la boca un rictus, solo un surco en la frente
por instantes nos muda la expresión de la faz.
Nuestras manos quisieran ser un garfio potente
que arrancando esta vida nos trajera la paz.
Mas la negra semilla se va abriendo en el fondo.
El prodigio quién sabe cómo se realizó!
Aquel llanto invisible penetró en lo más hondo
y a las turbias acequias de la angustia, llegó...
Oh, simiente de penas! Ay, amarga simiente!
Cómo endulzas, a veces, con tu propio amargor!
Cuando la vida duele, duele infinitamente,
en la raíz del alma nace una nueva flor.
En la "Antología de poetas españolas.
De la generación del 27 al siglo XV"
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