Un peso insoportable ha caído sobre mi corazón. Se ha cometido un gran mal. Una gran injusticia. La Fe y el amor han sido traicionados. Una completa traición del amor y la fe. Y, al parecer..., nadie era responsable.
Nadie era responsable. Por la noche, en la oscuridad, acompañada por el chirrido de la veleta, entendí esa verdad, y el pensamiento casi se volvió palabras por sí solo. No podía llorar. La pregunta sin pronunciar pesaba demasiado sobre mi alma. La aplastaba más allá de mis fuerzas.
De "El zoo trágico"
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