Antes del vuelo, estaba invitada a almorzar en un club de Londres con un multimillonario que, según me habían prometido, tenía credenciales progresistas. Con el cuello de la camisa desabrochado, se explayaba sobre el nuevo software que estaba desarrollando, gracias al cual las empresas iban a poder identificar a los empleados con mayor propensión a robarlas o a traicionarlas en un futuro. Lo que tendríamos que haber estado haciendo era hablar de la revista literaria que él quería publicar, pero, por desgracia, tuve que marcharme antes de que tocáramos ese tema. Insistió en pagarme un taxi al aeropuerto, lo que me vino muy bien, porque iba con retraso y llevaba una maleta muy pesada.
Principio de "A contraluz"
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