Ahí aprendí que Faulkner era los Estados Unidos, que Dickens era política, que Marx era sexo, Jane Austen la idea de cultura, que yo provenía de un gueto y que D. H. Lawrence era un visionario. Ahí cuajó mi amor por la literatura y floreció mi asombro ante la vida intelectual. Descubrí que las ideas transformaban a las personas y que las conversaciones intelectuales podían ser tremendamente eróticas.
De "Apegos feroces"
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