Al regresar al este, me enteré de la muerte de Voltairine de Cleyre. Su fin me afectó profundamente. Toda su vida había sido una cadena ininterrumpida de sufrimientos. La muerte le llegó tras haberse sometido a una operación para la eliminación de un absceso en el cerebro que había dañado su memoria. Una segunda operación, de la que me habían informado sus amigos, le habría privado del habla. Su fallecimiento, el 19 de junio, fue una enorme pérdida para el movimiento y para aquellos que apreciábamos su dinámica personalidad y sus inusuales talentos.
Según su última voluntad, Voltairine fue enterrada en el cementerio de Waldheim, junto a las tumbas de nuestros camaradas de Chicago. Su martirio había despertado el espíritu de Voltairine, como lo había hecho con muchas otras almas bellas. Pero pocos se habían consagrado a su causa como lo había hecho ella, y menos aún habían igualado su genio a la hora de servir a su ideal con total determinación.
Cuando llegué a Chicago, fui a Waldheim junto con Annie Livshis, una amiga común y muy querida. Voltairine había encontrado un hogar junto a Annie y Jake Livishis, y nuestros devotos camaradas la habían cuidado con ternura hasta el último minuto. Me dirigí al cementerio con claveles rojos en mis brazos. annie llevaba unos geranios rojos que añadió a los que ya había plantado sobre la tumba aún reciente. Eran los únicos monumentos que había querido Voltairine.
Según su última voluntad, Voltairine fue enterrada en el cementerio de Waldheim, junto a las tumbas de nuestros camaradas de Chicago. Su martirio había despertado el espíritu de Voltairine, como lo había hecho con muchas otras almas bellas. Pero pocos se habían consagrado a su causa como lo había hecho ella, y menos aún habían igualado su genio a la hora de servir a su ideal con total determinación.
Cuando llegué a Chicago, fui a Waldheim junto con Annie Livshis, una amiga común y muy querida. Voltairine había encontrado un hogar junto a Annie y Jake Livishis, y nuestros devotos camaradas la habían cuidado con ternura hasta el último minuto. Me dirigí al cementerio con claveles rojos en mis brazos. annie llevaba unos geranios rojos que añadió a los que ya había plantado sobre la tumba aún reciente. Eran los únicos monumentos que había querido Voltairine.
Principio del volumen II
de "Viviendo mi vida"
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