Siempre, o casi, en las despedidas,
esa requisa del resto de la semana, del día:
"Llámame cuando llegues. Dame un toque".
Adherencia, pegajosidad? Codicia?
Más bien un atraso
del abrazo respecto a la consciencia, el abrazo
continúa cuando arranca el motor,
continúa cuando el coche sale
de la calle, continúa
en aquel que se queda mirando
-saludar con la mano es también un abrazo
de nada-, continúa
pero se difumina. El com-
partir se ralentiza. La ventanilla
del saludador va quedando más
y más esmerilada, contra lo que
ese "dame un toque" era precaución.
De "Todo lo que es pensable"
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