Se te iba haciendo el cuello de sal y la sonrisa
de piedra, y eran páramos los campos
y la ciudad azufre, y habías vuelto el rostro
fuera del orden propio natural (o invitada
por el mismo orden), olvidando la antigua
dulzura consabida, y supiste de pronto
que era aquel gesto tuyo quién prendía las llamas.
(De Compás binario, 1984)
De "Poesía soy yo.
Poetas en español del siglo XX (1886-1960)"
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