Pues en cuanto menos escribe uno, menos ganas tiene de escribir, entre uno y la mesa crece toda la imposibilidad (como entre uno y el amor, del que uno ha salido).
Está claro que existe la saturación.
Pero también existe la extenuación por falta de costumbre.
No abandone, no reniegue, recuerde a Ajmátova:
Y si yo muero, quién entonces
Os escribirá mis versos?
No a vosotros, ni incluso a todos, sino sencillamente: quién... mis versos...?
Nadie. Nunca. Es irrecuperable. Usted roba a la Lírica, la que todavía no tiene verbo, como todo existente antes de, no existente sin nosotros, los poetas.
De una carta a Vladislav Jodasevich
de mayo de 1934
En el libro "En el país del alma"
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