20.6.20

Germaine Greer cita a Lillian Hellman

Lillian Hellman amó a Dashiel Hammett durante toda su vida y sigue amándole, aunque ya murió. Su amor por él no le impidió amar a otras personas, no se lo impuso cuando él no lo pedía, no le denigró ni le destruyó, ni siquera a través de elogios mendaces. Cuando se estaba muriendo, ella estuvo a su lado para ayudarle. Esta extraña y distante relación de amor es tan solo un ejemplo de las formas que podría adoptar el amor si tuviéramos la previsión y la imaginación para rescatarlo de los estereotipos de nuestra agonizante cultura de consumo.

   (Sé tan poco sobre la naturaleza del amor romántico como cuando tenía dieciocho años, pero ahora conozco, en cambio, el profundo placer del interés continuado, la excitación de querer saber qué piensa otra persona, qué hará, qué no hará, las estratagemas que ha usado y las que no, el corto cordón que los años convierten en una cuerda y que, en mi caso, todavía sigue ahí suspendida, con el cabo suelto, mucho después de la muerte.) 
    Y así fue como vivió conmigo durante los cuatro últimos años de su vida. No todos los momentos fueron fáciles, algunos fueron en realidad muy malos, pero el hecho de haber resistido, después de habernos encontrado tantos años atrás, y de haber destruido tantas cosas y reparado unas pocas, era un motivo de tácito placer. A veces me dolía la parte silenciada o raras veces explicitada de nuestra relación e, intuyendo que la muerte no estaba demasiado lejos, intentaba conseguir algo para conservarlo después. Un día le dije:     
  -Nos ha ido muy bien, no crees?     
  -Muy bien es una expresión demasiado grande para mí -respondió-. Por qué no decimos simplemente que nos ha ido mejor que a la mayoría?*

 *Del libro "Mujer inacabada" de Lillian Hellman.


Del libro "La mujer eunuco"
    

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