Ahora, desde esta posición ventajosa, resulta fácil burlarse. No funcionó; la dulce cita no venía empaquetada con el detergente dentro de la nueva lavadora. Pero para las mujeres en especial la nueva lavadora, secadora o nevera fueron realmente una pequeña liberación de la esclavitud. Sin ellas y sin la píldora, no hubiera existido una revolución de la mujer. Datos, señora, solo quiero los datos. Las sucias libras y peniques importan. Y Virginia Woolf lo sabía, aunque pensaba que no pertenecían a la literatura. Después de todo fue ella la que preguntó: por qué las mujeres no tienen dinero? Acaso no han trabajado, a lo largo de los tiempos, tanto como los hombres, en la viña y en la cocina, en el campo y en la casa? Por qué los hombres se quedaron con todas las libras y los peniques? Por qué las mujeres ni siquiera tienen una habitación propia cuando, al menos en su época, todo caballero tenía su estudio?
Bien, el mundo explotó: pocas personas tenían habitaciones propias. Tenían que arreglárselas con las lavadoras y las barbacoas en el patio trasero. La clase obrera había entrado en el reino de lo humano.
De "El cuarto de las mujeres"
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