Se detuvo. Creyó no poder más
y continuó.
Conocí así un cauce
nunca antes descrito,
un lugar del que era parte
sin saberlo.
Al que volvió después.
Abrió sus puertas,
dio principio a los oídos.
Caracol de oleajes vigorosos,
saciaba todas las esperas
penetrando el cuerpo
en rojo intenso.
Luego tu voz ventisca,
desde las copas
de bosques invernales,
de huertos de la tundra,
desde el encino, el cedro,
y desde el tamarindo,
atravesaba a los despiertos
que caminan
saboreando
la melodiosa sequedad
del trueno.
(De Intemperie, 1997)
En la antología "Poesía soy yo.
Poetas en español del siglo XX (1886-1960)"
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