"De donde ha sacado usted la peregrina idea, señor cardenal -preguntó miss Malin a su interlocutor, Hamilcar von Schestedt, mientras ambos afrontan, en el precario refugio de un granero, la catástrofe de The Deluge at Norderney-, la peregrina idea de que Dios quiere la verdad sobre nosotros? Para qué habría de quererla si ya la conoce y aun ha de parecerle ligeramente aburrida? La verdad es para los sastres y para los zapateros." Lo que agrada a la divinidad son las máscaras, el disfraz, las sorpresas que deparan las apariencias con sus metamorfosis incesantes. Sorpresas que no advertimos demasiado absortos respondiendo a los apremios de lo inmediato, entorpecidos por la rutina de lo cotidiano. La revelación que nos asombra no se produce más que por medio de la poesía, más que por el uso de la imaginación que "no debe temer el absurdo ni retroceder ante lo fantástico y que, puesta a elegir entre las alternativas de un dilema, ha de inclinarse hacia la solución más difícil por inaudita".
He aquí el credo artístico de la baronesa Karen Blixen quien, aunque de origen danés, escribió en la lengua de Shakespeare "por lealtad al idioma de su amante difunto" y que para ocultar su identidad (esa trampa en la que caemos al nacer, esa cárcel en la que nos dejamos encerrar, esa esclavitud contra la que no atinamos a sublevarnos) se escudó tras un seudónimo en el que se mezcla una figura bíblica con uno de sus apellidos de soltera: Isak Dinesen.
El nombre es masculino, y si esto es una pista, es una pista falsa, porque lo que se nos está proponiendo descifrar es el significado etimológico de la palabra. Isak es "el que ríe".
De ""Por sus máscaras los conoceréis..." Karen Blixen - Isak Dinesen"
En el libro "Mujer que sabe latín..."
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