Asiéndome del cabello, un dios se adueñó de mí.
Sus descargas azules me achicharraron como a un profeta del desierto.
Las noches se volvieron invisibles, como el tercer párpado de un lagarto,
Un mundo de días blancos y yermos en una cuenca sin sombra.
Un hastío rapaz me ató a este árbol.
Si ese dios fuera yo, haría lo que hice.
En "Soy vertical, pero preferiría ser horizontal"
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