Te acercaste al costado de la cama
y te quedaste sentado, mirándome.
Luego me besaste: sentí
una cera caliente sobre la frente.
Deseé que dejara una huella:
así es como descubrí que te quería.
Porque deseaba ser quemada, marcada,
tener algo a fin de cuentas...
me subí el camisón hasta la cabeza;
un rubor me cubrió la cara y los hombros.
Seguirá su curso, el curso del fuego,
colocando una moneda fría en la frente, entre los ojos.
Te echaste junto a mí; tu mano se movía sobre mi cara
como si tú también lo hubieras sentido:
tuviste que saber, entonces, cuánto te deseaba.
Siempre lo sabremos, tú y yo.
La prueba será mi cuerpo.
De "El triunfo de Aquiles"
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