Al salir del baño, la certeza de que lo había perdido para siempre la embistió como una ola inmensa y gélida que amenazaba con tragársela o ahogarla; incapaz de mantenerse en pie, se derrumbó sobre el desvencijado diván. El cojín conservaba la marca de la cabeza de Jack; hundió la cara en el hueco y gritó.
Más tarde, cuando hubo llorado todo lo que tenía que llorar, se sentó y empezó a recoger las cosas.
De "Un tiempo nuevo"
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