Bello, hermoso como rama floreciente,
apareció en el umbral de la estancia.
En un instante cautivó mis sentidos
con delicadas y galantes palabras.
Sorbí el tibio y delicioso vino
que de su radiante faz manaba.
Sobre lecho de brasas yacimos
en la más placentera holganza.
Y, al término de la coyunda, me dije:
sí, eso era la felicidad ansiada!
En "Gacelas de arena. Poesías árabes de la Edad de Oro"
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