15.3.22

Natasha Trethewey. Memorial Drive

Tres semanas después de la muerte de mi madre, sueño con ella: recorremos un sendero lleno de baches, un camino ovalado en torno al cual estamos llevando a cabo nuestra lenta revolución; una junto a la otra, tan cerca que nuestros hombros casi se tocan, las dos calladas, cada una a lo suyo. Aunque sé que está muerta, me siento alegre, como si sólo se hubiera ido a otro sitio al que he viajado para encontrarme con ella. El mundo, a nuestro alrededor, es sombrío, un borroso telón de fondo del que ahora surge un hombre. En el sueño, sé lo que ha hecho, y sin embargo le sonrío, levanto una mano y lo saludo cuando pasa. Entonces mi madre se gira hacia mí, entonces lo veo: tiene un agujero del tamaño de una moneda en el medio de la frente. Del agujero sale una luz tan fuerte, tan penetrante, que me causa esa ceguera momentánea que sufrimos cuando miramos fijamente el sol. Su rostro no es más que una luz circular que se recorta en la oscuridad cuando me dice: "Sabes lo que es tener una herida que nunca se cura?". Soy consciente de que no espera una respuesta, así que seguimos caminando como antes y damos la vuelta al sendero hasta que volvemos a encontrárnoslo. Esta vez, viene a concluir lo que había empezado: con una pistola en la mano, apunta a la cabeza de mi madre. Esta vez, pienso que puedo salvarla. Bastará con interponerme en la trayectoria de la bala? O con gritar: "No!"? Me despierto al oír esa palabra, es mi propia voz lo que me arranca con violencia del sueño. Pero la vpz que permanece es la de mi madre, y esa última pregunta que me hizo -"Sabes lo que es tener una herida que nunca se cura?"- se repite como un estribillo.


Principio de "Memorial Drive"
    

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