-Undine Spragg, cómo te atreves? -protestó su madre, levantando una mano prematuramente ajada y repleta de anillos para salir en defensa de la nota que acababa de entregar un apático botones.
Pero su defensa era tan frágil como su protesta, y siguió sonriendo a su visita mientras la señorita Spragg, con un rápido movimiento de sus jóvenes dedos, se apoderaba de la carta y se apartaba para leerla junto a la ventana.
-Supongo que es para mí -se limitó a decirle a su madre por encima del hombro.
Principio de "Las costumbres nacionales"
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