Sábado, 2 de septiembre [1933]
Estoy leyendo con extrema voracidad un libro de Vera Britain titulado The Testament of Youth. No es que ella me guste mucho. Una mente fibrosa & metálica, con esa clase de gusto, imagino, que me desagradaría en la vida real. Pero esa historia de la guerra, contada con detalle, sin reservas: la pérdida de su amante & de su hermano, & de cómo metía las manos en las entrañas de los heridos & y no dejaba de ver muertos & se alimentaba de sobras & tenía que compartir retrete con otros cinco, fluye ante mis ojos con rapidez & viveza. Un libro muy bueno en su estilo. Ese nuevo estilo, de una dureza angustiosa, en el que escriben los jóvenes en el que yo no podría escribir, & en el que tampoco se había escrito nunca hasta ahora. Y por qué ahora? Qué es lo que les urge a desnudarse en público? Ella piensa que hay que dar a conocer esos hechos para que puedan ayudar... a qué?; supongo que, en cierta manera, a sí misma. Y tiene conciencia social. Aún tengo que leer cómo llegó a casarse con el infinitamente aburrido Catlin & encontró belleza & triunfo en la pobre y pasmada Holtby. Pero le reconozco el mérito de haber iluminado, al menos para mí, un largo callejón. Leo & leo & leo, & dejo a un lado a Turguéniev & a la Srta. C. Burnett. Por qué me tiembla la mano? Por qué no puedo escribir con claridad?
De los diarios
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