22.7.22

Natalia Ginzburg. XXXVII

12 de junio de 1971

Querida Mara:

Sé que Viola te ha escrito. Yo ahora vivo aquí, en casa de mi madre, con mi niña. Le hago compañía a mi madre, y pasamos juntas esos días inmóviles que siguen a una desgracia. Son días inmóviles, aunque los llene uno de cosas que hacer, de cartas que escribir y de fotografías que mirar. Y son días de silencio, aunque trate uno de hablar lo más posible, de cuidar a los que han quedado vivos. En parte se van recogiendo recuerdos, a lo mejor entre aquellos que parecen más remotos y más inofensivos, y en parte se pierde uno en detalles mínimos que tienen que ver con el presente y hasta se habla en voz alta y se ríe uno en alto, como si quisiéramos estar seguros de no haber perdido la facultad de fijarnos en el presente ni la facultad de hablar y de reírse. Pero en cuanto nos quedamos calladas unos instantes, sentimos el peso del silencio. De vez en cuando viene Osvaldo, que no nos aporta ninguna variación ni a nuestro silencio ni a nuestra inmovilidad. Por eso nos gustan sus visitas.


De "Querido Miguel"
    

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