Porque las enredaderas
crecen más deprisa que mis versos
y acaso no he aprendido a decirte
la palabra que consuela o que acompaña.
Decirte, por ejemplo,
que ni siquiera importa
la duración del pájaro en la herida,
que el azar dispone sus luces de colores
para vernos girar en su cielo insaciable,
que las estrellas muertas
volverán a brillar en otros ojos.
Decirte, acaso,
que la luz ya es bastante,
y su euforia fugaz
eterniza en nosotros.
Porque nada sublime
se puede habitar sin desgarro
y alguna vez debemos
contener la respiración
para coger después el aire con más fuerza.
Decirte que no hay baliza ni estrategia,
que todo lo que tienes
eres tú en la espesura
y eres la diana
donde habrá de volver
la flecha que lanzaste.
(Mientras dure la nieve, 2016)
En "Rojo-Dolor. Antología de mujeres poetas en torno al dolor"
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