Uno a uno, con calma pero con decisión, Toyono iba subiendo los peldaños de piedra de la mano de su nieta. Estaba a punto de cumplir setenta y seis años y, retomando una costumbre que había abandonado hacía tiempo, tres días antes había llamado a una peluquera de la ciudad de Wakayama: el voluminoso recogido, bastante llamativo para su edad, le dejaba despejadas tanto las sienes como la nuca. A pesar de que su cabello se había transformado en una abundante melena blanca, no había perdido el brillo ni la belleza de antaño. Toyono había alcanzado una edad en la que necesitaba apoyarse en alguien para subir las escaleras y, sin embargo, parecía ser ella quien estuviera ayudando a Hana. Para esta solemne ocasión, había elegido dos kimonos estampados con pequeños motivos regulares. Había una causa para el aspecto cuidado e imponente de la õgotsan* de Kimoto: ese mismo día Hans abandonaría para siempre el hogar familiar para casarse.
*la gran dama o señora.
Principio de "Las damas de Kimoto"
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