Caer del cielo
ésa fue la frase que me pasó por la cabeza cuando aterricé en L.A., y os "pasajeros" del jet, agradecidos, dieron un aplauso al piloto que había dirigido el avión por encima del océano, había tomado la ruta del Nuevo Mundo y, después de dar vueltas largo tiempo sobre las luces de la inmensa ciudad, acababa de tomar tierra con suavidad. Aún recuerdo que me propuse utilizar esa frase más tarde, cuando escribiera sobre el aterrizaje y sobre la estancia en la costa desconocida que tenía delante: ahora. No podía imaginar que durante tantos años intentaría asiduamente acercarme de modo adecuado a las frases que habrían de seguir a esa primera frase. Me propuse dejármelo todo bien grabado en la memoria, cada detalle, para más tarde.
Principio de "La ciudad de Los Ángeles o El abrigo del Dr. Freud"
No hay comentarios:
Publicar un comentario