La herida tiene párpados que crujen duramente,
y los baña de sangre en obediencia amarga.
Si es el alma quien duele, qué enorme cuerpo el alma
para sangrar por él, para saberse herida!
No sirven hemostáticos, ni el oxígeno carbónico
para cerrar, para dulcificar párpados y respiro
del que muere, hilo a hilo, infinitamente despacio...
Nada! Tal es la creación. Una nada con hambre de sí misma.
De pie, el tiempo viendo morir. Viendo morir la vida
de donde se vino en tiempos, para morir un día.
Viendo morir, os digo; viendo morir la vida!
Odiando a la muerte, bestialmente odiando.
Con desesperación sin alma, sin límites abrasadora.
Viva. De pie. En silencio. Con la boca fría
y ardiendo, y en plegaria, y en imprecación.
Viva.
(Su voz le doy a la noche, 1962)
En "Rojo-Dolor. Antología de mujeres poetas en torno al dolor"
No hay comentarios:
Publicar un comentario