Hacía mucho frío en la calle y ya había oscurecido. El bar quedaba en la Wassertorstraße, en una zona de Kreuzberg en la que nunca había estado. Entré al local aún vacío. "Hola?", gritó alguien desde la trastienda. Por la puerta abierta vi a una mujer que estaba sentada cosiendo un abrigo de piel. No pareció gustarle nada interrumpir si tarea para salir arrastrándose a mi encuentro.
Bueno Heller me había enviado allí. En el bar debía dirigirme a la única encargada, una mujer llamada Felicitas. Era una de sus pacientes. Oficialmente era medio judía, de modo que tendría que haber llevado la estrella amarilla, pero no lo hacía. Aunque el ginecólogo ya me había alojado un par de veces en diversos sitios, en aquella ocasión me advirtió: la tal Felicitas se dedicaba a asuntos turbios. No le gustaba verse obligado a darme su dirección. Claro que ya no conocía a nadie más que pudiera ayudarme.
Prólogo al principio de "Clandestina"
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