El primer día no me pareció divertido. El tercero tampoco lo encontré gracioso, pero logré hacer un chistecito.
-Lo más injusto de todo este asunto -dije- es que ni siquiera puedo salir con un chico.
Bueno, había que estar en el ajo, como suele decirse, porque al ponerlo por escrito no parece ingenioso. La gracia estaba, créanme, en lo de "salir con un chico", que si se dice en voz alta al final de la frase tiene un maravilloso timbre adolescente; pero como no soy una muchachita (vale, tengo treinta y ocho años) y la razón por la que no me encontraba en condiciones de salir con un chico nada más enterarme de que mi segundo marido tenía una amante era que estaba embarazada de siete meses, mis compañeros de la terapia de grupo soltaron una carcajada al oírlo, aunque creo que solo se rieron para animarme un poco. Y lo necesitaba.
Principio de "Se acabó el pastel"
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