Me llevan ante el pelotón de fusilamiento. El tiempo se estira, cada segundo dura un siglo más que el anterior. Tengo veintiocho años.
Frente a mí, la muerte tiene el rostro de los doce ejecutantes. La costumbre exige que, de entre todas las armas repartidas, una esté cargada con balas de fogueo. Así cada uno de ellos puede considerarse inocente del asesinato que está a punto de perpetrarse. Dudo que esta tradición se haya respetado hoy. Ninguno de esos hombres parece necesitar una posibilidad de inocencia.
Principio de "Primera Sangre"
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