7.2.23

Maryse Condé. El testamento del Nuevo Mundo

Es un pedazo de tierra rodeado de agua por todas partes: una isla, como suele decirse. No tan grande como Australia, pero tampoco pequeña. Es mayormente llana, pero combada por espesos bosques y dos volcanes. A uno de ellos se lo conoce como Pistón de la Gran Caldera y estuvo haciendo de las suyas hasta 1820, cuando destruyó la coqueta ciudad que se desplegaba en sus faldas para después sumirse en una inactividad absoluta. Como el lugar goza de un "verano eterno", los turistas acuden en manada y disparan sin cesar sus mortíferos aparatos intentando capturar hasta el último destello de hermosura. Hay quienes llaman a esta tierra cariñosamente "Mi país", pero no es un país sino una "región ultramarina", un "departamento de ultramar", vaya.
La noche el que Él nació, Zabulón y Zapata luchaban en mitad del firmamento, arrojando haces de luz con cada gesto. Era un espectáculo fuera de lo común. 


Principio de "El tetamentos del Nuevo Mundo"
    

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