Las claras ondas del Tajo
el pie llegan a besar,
ya que no de Jazmelina,
de la torre donde está.
La tienen depositada
en el palacio real,
esperanzas de ser reina
y razones de ser más.
Se puso entre las almenas
la mañana de San Juan,
porque amaneciese al Tajo
dos horas antes que al mar.
Riéndose sale al alba
de ver escaramuzar
treinta moros de Toledo
en su adorado arenal.
Brocatel son las marlotas,
de su color cada cual;
cual viste albornoz de seda;
cual bordado capellar.
Plumas ciñen sus bonetes,
dándole cada galán
con plumas y pensamientos
qué hacer al vendaval.
Caballos briosos montan
que Guadalquivir les da,
que al viento que los engendra
se dejan volando atrás.
Y en torcidos caracoles
miden el campo a compás,
que es de la orilla del río
el caracol natural.
Y la hermosa Jazmelina
mira y se deja mirar
de las moras, con envidia,
de los moros, con afán.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVII"
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