Muda elocuencia de amor
halla el pecho en su fatiga
para que el afecto diga
la expresión de su dolor.
Así facundo el rigor
de mi corazón herido,
toda en ansia me liquido
cuando tu Deidad ausente
solo la digo elocuente
con un continuo gemido.
Imán de mi amor tu cielo
me trae en dulce violencia,
atormentando la ausencia
la actividad de mi anhelo;
afanada en el desvelo,
pegado al polvo mi rostro,
amante humilde me postro,
protestando en mis sollozos
que solo en eternos gozos
anhelo ver vuestro rostro.
Oh! Si el invierno erizado
de este rigor pasase,
y la voz dulce escuchase,
la tórtola de su Amado!
Pero si amor, retirado,
aún mi tormento consiente,
dejad, Señor, que lamente
tanta ausencia, pues lo mismo
será mirar al abismo
que a vuestra tórtola ausente.
Al recordar tu belleza
mi corazón se derrama,
líquida cera, a la llama
de vuestra ardiente fineza;
del quebranto a la grandeza
ni un leve suspiro ahorro,
pues del estadio que corro
de inefable sentimiento,
para aliviar el tormento
solo el gemir es socorro.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVIII"
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