frente a un cielo puro.
Todo se movía -una campana colgaba lista para ser tañida.
El sol y sus reflejos pasaron rodando.
Entonces los ojos desnudos se encontraban ante mí
y los cabellos siseantes
en la ventana, entrevistos a través de una puerta.
Los ojos rígidos sin pestañas y serpientes en la frente
recortadas en el aire.
Desde ahora esta es una escena muerta para siempre.
Nada volverá a moverse.
El final no alumbrará más que esto,
ni siquiera la lluvia empeñará la imagen.
El agua seguirá cayendo y dejando de caer
y la campana no emitirá sonido alguno.
La hierba seguirá convirtiéndose en heno
desde lo profundo del suelo.
Y yo seguiré aquí como una sombra,
bajo el día en perfecto equilibrio,
mis ojos sobre el polvo amarillo que levanta el viento,
y que no se dispersa.
En "Antología de las poetas estadounidenses"
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