Estoy cansada de tu charlatanería piadosa.
También lo estoy de todos los muertos.
Se niegan a escuchar,
así que déjalos tranquilos.
Sal del cementerio,
están muy ocupados estando muertos.
La culpa la tuvieron siempre los demás:
el último quinto de alcohol vacío,
los clavos oxidados y las plumas de pollo
que se quedaban pegadas en el barro de la puerta trasera,
los gusanos que vivían bajo la oreja del gato
y el predicador de labios finos
que se negaba a llamar,
menos un día plagado de pulgas
cuando llegó arrastrándose por el patio
en busca de un chivo expiatorio.
Me escondí dentro de la cocina, en la bolsa para retazos.
Me niego a recordar a los muertos.
Y los muertos están cansados de toda esta pantomima.
Pero tú... tú sigue,
venga, vuelve a bajar
al cementerio,
túmbate donde creas que están sus caras;
vuelve a hablar con tus pesadillas de siempre.
En "Antología de las poetas estadounidenses"
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