7.3.24

Louise Glück. Fábula

Cada uno de nosotros tenía varios deseos.
El número cambiaba. Y lo que deseábamos...
eso también cambiaba. Porque
teníamos, todos nosotros, sueños muy diferentes.
   
Los deseos eran todos diferentes, las esperanzas diferentes.
Y los desastres y las catástrofes, siempre diferentes.
   
En grandes oleadas abandonaban la tierra,
incluso ese que siempre se pide en vano.
   
Oleadas de desaliento, oleadas de desesperado anhelo y dolor.
Oleadas de las misteriosas ansias desenfrenadas de la juventud, de los sueños de la infancia.
Precisos, acuciantes; de vez en cuando, desinteresados.
   
Todos diferentes, salvo por supuesto
el deseo de volver atrás. Inevitablemente
el primero o el último, repetido
una y mil veces...
   
Así que el eco persistía. Y el deseo
nos retenía y nos atormentaba
aunque sabíamos que en nuestro cuerpo
nunca se concedería.
   
Lo sabíamos y, en las noches oscuras, lo aceptábamos. 
Qué dulce se volvía entonces la noche,
una vez que el deseo nos liberaba,
qué absolutamente silenciosa.
   

De "Las siete edades"
    

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