28.4.24

Lorrie Moore. Si este no es mi hogar, no tengo un hogar

Queridísima hermana:
La luna ha surcado el cielo y ni siquiera sé qué son las Pléyades, pero me da igual, porque por fin puedo sentarme sola en la oscuridad junto a la lámpara, fiel a mí misma, después de brindar por la jornada en el momento perfecto, y hablar contigo. Qué paz tener la casa tranquila. Fuera, creo que se oye berrear al ciervo. En las trampas, las alimañas de ojos pasmados ya se han cansado de gemir, y los chotacabras silban sus melodías montaraces. Puedo dejar de fingir por un momento que me ocupo de mis cuentas en el cartonnier del escritorio. El huésped que muestra interés en redimirme de mi soltería ha subido a su cuarto, pasando el bastón por los balaustres de la escalera, solo para crear un poco de tensión. Ahora, arriba, oigo crujir los tablones del suelo cuando va y vuelve de la jofaina. Le tengo cierto cariño, aunque no es un cariño aprovechabe para el matrimonio. No imagino qué puede ofrecerme en ese aspecto, pese a que me tiene impresionada con la cantidad de fragmentos de Shakespeare y Byron que se sabe de memoria y sus imitaciones siniestramente atinadas de los demás huéspedes: Priscilla, la cuáquera rolliza, trágicamente enloquecida de amor; Miriam, con su laringitis y su vestido de luto de viuda confederada (en el pueblo se han agotado las existencias de esa seda negra que adelgaza y hay que echar mano de una tela azul oscuro no muy adecuada porque es del color de los uniformes de la Unión), o Mick, un indio chickasaw, con sus largos años de soltería a cuestas, que lleva un ala entera de halcón prendida a su impenitente sombrero de vaquero.


Principio de "Si este no es mi hogar, no tengo un hogar"
    

1 comentario:

Anónimo dijo...

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