y salir al porche. Desde el vestíbulo
con sus mariposas en vidrio, la mandolina en la pared,
ella ve un talón descalzo que sube y baja.
Hacía años él había prometido llevarla a Chicago.
Era hermoso entonces, un palomo
cuyo pulso era visible en momentos
de quietud perfecta. En la casa
la oscuridad se eleva y zumba como un telar.
Ella se queda de pie junto al sofá,
obediente entre sus chucherías,
los secretos como una canción de pájaros en el aire.
De "Thomas y Beulah"
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