Frente a mis ojos, tu retrato, inclina la frente cargada de inspiración. Y yo lo miro, con el corazón rebosante de honda ternura.
Avecita mía: por qué te fuiste?
Si yo sabía amarte como no encontrarás quien te ame en el paraíso.
Si yo me embriagaba de tu esencia, como no podría un ave embriagarse de las flores.
Para qué me diste a beber en tus labios el licor de vida, si habías de abandonarme todavía sedienta?
Como una lámpara sin aceite me consumo, sintiendo todas las agonías de la pena.
Las ajorcas que adornan mis brazos suenan como el badajo de una campana muerta, y se derrumba estrepitosamente la torre de marfil de mis ensueños por donde yo veía el cielo: por donde yo te veía.
Mis ojos, mi boca, mis brazos que se retuercen como leños acariciados por el fuego, están preñados de ternuras. Pero tú no vendrás; y como un árbol que se cansó de esperar la caricia de la luna, inclinaré mi frente dolorida.
De "En la quietud del mármol"
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