En las entrañas del caballo: calor, oscuridad, sudor y miedo. Parecen aceitunas en un tarro a rebosar. Él odia ese contacto con los otros cuerpos. Lo ha odiado siempre. Incluso la carne humana limpia y perfumada le da ganas de vomitar -y estos hombres apestan-. Sería mejor que se quedaran quietos; pero no. Todos se mueven. Cambian de postura continuamente intentando ganar un poco más de espacio para sus hombros, entrelazándose y retorciéndose como gusanos en una mierda de caballo.
Principio de "Las mujeres de Troya"
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