que me concede el corazón de un pájaro
Desde ayer late en mí un escudo para el tiempo
Entonces,
la muerte es nuestro gran espejo
Acerca su manto a contraluz
y cuando llega la videncia
nos quedamos dentro
Damos pasos largos
entre cintura y espasmo
En el deslizar de la cascada
el agua corre por las venas
Abrazo de las piedras
donde no hay espacio para las fisuras del invento
El bosque es el único encanto:
sigilo y guardián de los silencios
Recogimos el temblor en nuestros cuerpos
Como talismán
tomé el cristal de las batallas
En "Pájaros de sombra. Diecisiete poetas colombianas (1989-1964)"
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