18.11.24

Carolina Dávila. Hombres trepados en los techos...

Hombres trepados en los techos
revisan tanques, obstrucciones 
desechan animales 
muertos, a través de las rejas
en la distancia 
el mundo se despliega como un mapa desbordado
   
Río y selva 
palabras que comparten el mismo eco
y se funden en un escurridizo sustantivo
   
Antes del verde está la niebla
y antes de ella, el húmedo sueño de la lluvia
   
Cuando escuches el trueno me recordarás 
y tal vez pienses que amaba la tormenta,
dice Ajmátova desde otra violenta geografía
   
Relámpagos y truenos 
duran el tiempo preciso para creer 
que la tierra 
quedará suspendida en el destello
en un sonido recóndito e inerte
   
Cuatro días de música rígida 
multitud de gotas 
filos laboriosos sobre las tejas y el óxido 
   
A treinta grados
con sensación térmica de treinta y siete
y humedad del noventa y uno por ciento
me pregunto si alguien ama la tormenta
si alguien se pregunta si existe quien ame la tormenta
si hay cuerpos, justo ahora, que se aman mientras aman
la tormenta
   
La lluvia cae, es un muro
que deforma la realidad del paisaje
su ardua superficialidad y lo que esconde
   
: dardos envenenados, oro, lenguas moribundas lamen
con su última humedad cauces y raíces
   
El agua es el idioma que se impone
Su fuerza es la única voz 
No hay lugar
para diferencias interpretativas 
para debates sobre la legalidad o el progreso
   
Todo es mío -dice la lluvia 
Esa es su sentencia inapelable
Su palabra (des)hecha (en) carne y hueso


En "Pájaros de sombra. Diecisiete poetas colombianas (1989-1964)"
    

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