en una primavera llena de olas de luz.
En un invierno lejano y polvoriento.
O en un otoño vacío de barullo y de vida.
Mi muerte llegará algún día de estos.
Un día de estos, dulces y amargos,
un día vano como cualquier otro,
una sombra de los hoyes, los ayeres.
Mis ojos, como opacos corredores,
mis pómulos, igual que el mármol, fríos,
el sueño que me lleva, de repente,
y yo vaciándome del grito y del dolor.
Despojadas de poesía, en mi cuaderno,
mis manos se deslizan suavemente.
Recordaré que hubo un tiempo
en que hervía en mis manos la sangre de la lírica.
La tierra me llama a su lado a cada instante.
Por el camino veo a mis enterradores.
Ah, tal vez a media noche mis enamorados
sobre la triste losa de mi tumba dejen
una flor. Después de mí,
las pesadas cortinas de mi mundo
oscuro se descorrerán.
Y los ojos de algún desconocido
las hojas pasarán de mis cuadernos una a una.
Después de mí, en mi cuarto
pondrá sus pies alguien ajeno a mi recuerdo,
se mirará en el espejo donde algo
mío quedará.
De "Rebeldía"
En "Eterno anochecer. Poesía completa"
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