11.11.24

Margaret Atwood. Viudas

Pero me he ido por las ramas. Me preguntabas en tu carta que cómo estaba: otra fórmula de cortesía más. Ésa es una pregunta a la que nadie desea que le respondan con sinceridad. 
Te refieres a cómo estoy sobrellevando la muerte de Tig, si me siento sola, si lo estoy pasando mal, si me parece que la casa está más vacía que nunca, si estoy cumpliendo con todas las fases del prescriptivo proceso de duelo. Si he entrado en el oscuro túnel de riguroso luto, guantes y velo incluidos, y salido por el otro lado ya feliz y contenta, vestida de alegres colores y lista para el ataque. 
Pues no, porque esto no es ningún túnel. No existe ningún otro lado. El tiempo ha dejado de ser lineal, con acontecimientos vitales y recuerdos dispuestos en orden cronológico cómo cuentas en un collar. No, porque esto es un sentimiento, o una experiencia, o una reordenación de lo más peculiar. No estoy segura de poder explicártelo. 
Además, si te dijera que «Tig no se ha ido del todo» te asustaría innecesariamente. Enseguida pensarías que veo fantasmas, que deliro o tengo demencia, pero no sé trata de nada de eso en mi caso. Algún día quizá comprenderás esta distorsión o este pliegue temporal. En alguno de esos pliegues, Tig sigue existiendo, tal como cuando estaba vivo. 


De "Viudas"
En "Perdidas en el bosque"
   

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