Estoy afuera con candiles,
buscándome a mí misma.
Emily Dickinson
Antes de que emprendamos esta travesía juntas, yo con mis candiles, tú siguiéndome de cerca, una luz parpadeante alumbrando nuestras caras, quiero dejar clara una cosa: esto no es una revelación total. Una revelación total requeriría una narradora omnisciente, deiforme, que planease por encima del escenario, escudriñase el interior de las casas, escuchara conversaciones y llamadas telefónicas y leyera mensajes y correos electrónicos. Tengo celos de esa narradora que todo lo sabe, a pesar de que no existe. Yo quiero saber lo que sabe ella.
No es una revelación total porque el todo es algo a lo que no tenemos acceso. Nunca obtenemos el todo. Una parte, sí. Gran parte, con suerte. El todo, no. La revelación total no existe, existe solamente la revelación parcial; la revelación semitotal, a lo sumo. Esto es una revelación de lo mío, y lo mío cambia sin cesar porque yo cambio sin cesar. Así de escurridizo es lo mío.
Del prólogo de "Podrías hacer de esto algo bonito"
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