Hablábamos anoche -mientras la niebla azul de la luna se colaba por la reja de la antigua ventana, mezclándose con la pálida luz de nuestra lámpara de mesa-, hablábamos de cierto castillo cuyo heredero fue iniciado (como suele decirse), en su cumpleaños número veintiuno, en el conocimiento de un secreto tan terrible que eclipsaría el resto de su vida. Nos dimos cuenta, discutiendo ociosamente los diversos misterios y terrores que quizá subyacen a tal hecho o fábula, de que ninguna condena u horror concebible y definible con palabras podría jamás resolver adecuadamente el enigma; que ninguna realidad terrible podría entenderse como insignificante, soportable y sencilla en comparación con esa vaguedad de la que nada sabemos.
Principio del prefacio de "Embrujada"
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