Un año más... de qué sirve contarlos? Este día del año parisino no me recuerda nada más primeros días de enero de mi juventud, pero quién podría devolverme la solemnidad pueril de aquellos días de Año Nuevo de entonces? Los años han ido cambiando, y yo con ellos. El año ya no es ese camino sinuoso, esa cinta desenrollada que, después de enero, se dirige hacia la primavera, asciende y asciende hasta llegar al verano para desenrollarse completamente en una tranquila llanura, en un prado abrasador atravesado por sombras azules, manchado por deslumbrantes geranios; posteriormente, desciende hacia un otoño maloliente y nublado que hiede a pantano, a fruta madura y a caza y, finalmente, se adentra en un invierno seco, sonoro, reluciente en los estanques helados y en la nieve rosácea bajo el cielo... Al final, la cinta sinuosa se precipita vertiginosamente hasta romperse de manera definitiva ante una maravillosa y aislada fecha, suspendida como una flor de escarcha entre dos años: el día de Año Nuevo.
De "Fantasía de Año Nuevo"
En "Regalos de invierno"
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