Los budistas tenían razón: uno nunca quiere morirse, sino matar algo que habita dentro de sí, aunque a veces eso implique acabar con la propia vida. O eso dicen los hechos porque, ahora que el peligro acecha, Thomas no tiene ninguna gana de desaparecer. Dónde quedó su cinismo desapegado, ese encogimiento de hombros hacia la propia existencia que le debería permitir mantener la dignidad en una situación así? No se sabe.
Principio de "Los escorpiones"
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