Nada se movía salvo las reverberaciones de la luz. Yermos interminables se sucedían hasta el horizonte, temblorosos bajo los pasos que él iba dando en silencio, al tiempo que la luz cegadora del sol de la tarde casi había borrado los contornos de las pálidas colinas. De aquellas elevaciones de terreno, los únicos detalles que podían apreciarse eran sus límites imprecisos, que se curvaban son propósito alguno en desniveles y virajes bifurcados. Acá y allá se percibían las sombras alargadas de los resecos arbustos de la pimpinela y de las rocas que sobresalían en los oteros. Y nada más. Solo la inmensa superficie del desierto de Néguev, sobre el que caía el calor sofocante del mes de agosto.
Principio de "Un detalle menor"
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