10.3.25

Cristina Rivera Garza. III. Mercuriar

Caminaré bajo la lluvia, me dije.
   
Fue Ramón López Velarde quien alguna vez festejó esa costumbre heroicamente insana de hablar solo mientras describía, al mismo tiempo, el contradictorio prestigio de su prima Águeda.
   
El mercurio, que en condiciones normales tiene un color blanco y un brillo plateado, es un metal poco abundante en la corteza terrestre.
   
Cabe la posibilidad de que la persona que camina bajo la lluvia tenga frío y piense, mientras se aproxima, en una historia de la infancia.
   
Por alguna razón desconocida aparece en la página la palabra radiante.
   
Un niño, o una niña, podría saltar por horas enteras sobre los charcos que se forman en las banquetas.
   
Resbalar, que es siempre una posibilidad.
   
Hay gotas de agua que penden de la punta de una hoja que a su vez pende de una rama que a su vez.
   
A veces es posible capturar momentáneamente el reflejo que produce la luz sobre una superficie mojada.
   
Para caminar bajo la lluvia es necesario primero abrir una puerta.
   
La niña piensa en las palabras "soy libre" mientras extiende los brazos
y eleva el rostro hacia el cielo y despega los labios.
   
Hubo, alguna vez, una colina húmeda. 
Hubo, alguna vez, una ciudad mercurial.
   
Una mujer lo observa todo detrás de un parabrisas: la atroz algarabía de los niños que han dejado la escuela para correr sobre las banquetas
de un día nublado.
   
Alcanzas a oír las campanadas de la iglesia?
   
Hay algo sumamente melancólico en las viejas fotografías en blanco y negro donde lo que cuenta es, por cierto, el color gris.
   
La llovizna es una de las formas más ductiles se la felicidad.
   
Que alguien diga ya: el amor es sin duda un fenómeno atmosférico.
   
Resulta demasiado fácil perder un paraguas.
   
Nadie se detendría a observar la súbita formación de los cumulonimbos, las nubes que anuncian tormentas, en el cielo del atardecer.
   
Casi todas las tragedia son accidentales.
   
En El Diluvio, uno de los grabados que Gustavo Doré incluyera en su edición ilustrada de la Biblia de 1866, un tigre y unos cuantos humanos intentan poner a salvo a sus críos al colocarlos sobre una roca gigantesca.
   
Muerte por agua es el título de una novela de Julieta Campos.
   
"Existe una sensación de lloro y una quemazón en el pecho a medida que el agua desciende por las vías aéreas, luego viene esa especie de caída en una sensación de calma y tranquilidad", comenta Mike Tipton, fisiólogo y experto en supervivencia en el mar de la Universidad de Portsmouth en el Reino Unido.
   
Los ahogados suelen ocasionar una pena infinita.
   
En esta caja de mercurio que pongo en tus manos hay relámpagos y granizo y escarcha y truenos y dientes anodinos.
   
En la Disertación Médico-Práctica, en que se trata de las muertes aparentes de los recién nacidos, anegados, ahogados por el lazo, sofocados
por el carbón, y del vino, pasmados del frío, tocados del rayo, etc., y de los medios para revocarles la vida, escrita por el doctor en medicina José Ignacio Sanponts, socio de la Academia Médico-Práctica establecida en Barcelona y publicada en 1777, se sugiere que el beso, o algo que desde la distancia da la apariencia de ser beso, puede resucitar a los ahogados. 
   
Sueñan algo los cadáveres detrás de las cortinas de agua?
   
Uno siempre se pregunta después si todo podría haber sido distinto.
   
El ruido que producen las gotas de la lluvia al chocar contra las ventanas es, a veces, una forma de arrullo.
   
Y Wendy creció y buscó refugio detrás de un Gran Vidrio.
   
Es difícil saber dónde o cuándo se origina el gusto por palabras como overcast. 

Les Merveilleux Nuages es el título de una novela de Françoise Sagan, cuyo verdadero nombre era Françoise Quoirez.
   
El clima es todavía un fenómeno incontrolable.


De "El Disco de Newton. Diez ensayos sobre el color"
    

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